a qué extraño país habrán viajado los dioses mansos y solitarios
qué temían de nosotros
por qué no dieron razones ni contaron sus miedos
cómo fue posible abandonar con premura los bosques encendidos de verde
deshabitar los mares azules
olvidar las nubes de abril
cuidar nuestros pasos presurosos sobre las aguas calmas
tendrán suelo sagrado dónde enterrar sus muertos
marcado por runas propicias
flores marchitas
espejos de plata que ya no embellecen
cetros de oro que no detienen la marca del tiempo
será cierto que algunos de ellos amaron milenios plenos de entrega coito celos
milenios que vaciaron de sentido vida muerte carne espíritu
cuál es la lección que nos han entregado
si no tenemos señas de su peregrinación
ni heredaron decálogo alguno
ahora requerimos de nuevo su soledad
cómo temer al futuro que gobierna despiadado fuera de la voluntad humana
la culpa no fue escrita por sus manos
antes de nuestra inocencia
cuando ni siquiera moraban insectos
ni bebían enredaderas en estanques serenos
han abandonado nuestro mundo en medio de la confusión
recordamos apenas que los dioses fueron nuestros primeros juguetes
apenas nos divertían con sus poderes prestidigitadores luminosos vanos
un día demasiado caluroso para juegos
los desterramos con la palabra exacta que les maldijo
tenemos una leve noción de cómo cargaron sus carromatos
con las pocas cosas que poseían
pues todo lo demás lo obtuvieron sin esfuerzo alguno de nuestra mano dadivosa
mientras pedían limosna
en las aceras de grandes ciudades
cerca de aldeas diminutas
en qué desierto estarán mientras se llenan de arrugas
pierden vista tacto oído
rememoran hazañas heroicas
lloran nuestra falta de piedad
habrá sido el cruel Destino el que les lanzó lejos
antes que Edipo dejase de ser leyenda
nos dejaron sólo la palabra destructora de naves y velas con la que levantamos el muro que sella para siempre el paraíso
habrán quedado detrás del muro
no podremos saberlo nunca
el tiempo ha pasado indolente
el tiempo no mira atrás
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