miércoles, 14 de septiembre de 2011

este maldito infierno de palabras

creímos ingenuamente que las palabras de verdad podían liberarnos
       de la esclavitud de los nombres

creímos que en el mar infinito de todo lo dicho podía decirse algo distinto
       algo nuevo cubierto de sentido
       simplemente algo
       como las cosas que aparecen detrás de las montañas

creímos que las palabras portaban una radicalidad llena de potencias
emancipadoras

que trascendían incluso la plácida mirada de la inocencia

nos dejamos llevar por poemas que hacían sangrar con rudeza
       la voluntad de las piedras y el corazón enquistado de los tiranos

creímos de verdad en las bibliotecas y en las enciclopedias
       en los textos sagrados de viejos profetas en la circunstancia posible
       de que los libros eran la esencia de un futuro prometedor

y en este océano de palabras de versos de cosas dichas y por decir
      de cánticos y oraciones de cartas de amor que nunca llegaron al ser amado
      de sentencias comprometidas con leyes y códigos
      al fin constatamos que de verdad existe el infierno

y que el infierno está hecho grano a grado y letra a letra
       por un océano gigantesco de palabras que ya ninguna garganta podrá decir
       ni ninguna memoria podrá recordar

en este océano maldito de palabras aún seguimos buscando el rastro
de una utopía imposible todavía favorecida por la gracia suave de la esperanza

mientras tanto callemos
        dejemos de decirnos
        dejemos de nombrar los árboles
las gaviotas
los cúmulos nimbo
olvidemos todo lo dicho
dejemos que de la inocencia nazca tal vez un nuevo lenguaje
hecho de miradas
flores de loto
arrecifes nacarados
y encuentros carentes de voz
cubiertos por el nítido silencio de la luna

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