el
pulso es la llama del verso
ausente
de cronopio y estirpe
árbol
anciano
solitario
desgarrado
únicamente puede derrumbarse mirando al cielo
el
cielo no enraíza arriba
cerca
de las nubes o del sudario de la noche
no
es la marea de los vientos
ni
consuelo del desierto
el
desierto nos rodea
nos
ciega con deliciosa arena
obsequia
dátiles calor espejismo
cuando
decae el horizonte
del
horizonte careces de recuerdos
sólo
murmullos
lugar
lejano parecido al hogar
perdido en otro continente
al
cual no pretendemos retornar
el horizonte te hace migrante
embriagado por las estrellas
con
las estrellas nacimos
esperando
el retorno de los cometas fugitivos
la caída del meteoro edénico
las luciérnagas
la absolución por la cual meditan incólumes los
grillos
grillos
y mariposas hacen del paraíso una multitud
un
lugar atrapado en mesetas insólitas
que
colapsa furioso a veces
desde los balcones
sobre ciudades inhóspitas
que
esparce raíces
aún en las esquinas más inciertas
la
incertidumbre nos flageló un día
con
despiadada dulzura debajo de la piel
a un costado
donde duele
nos
dijo que había muchos caminos y veredas
nos
contó sobre la expulsión
exactamente como dice el relato originario
la distorsión del génesis
la vereda que nadie recuerda
para no caminar al mismo lugar
marchito del horizonte
para soñar en el desierto
cubiertos por el manto del cielo crepuscular
sin prisa ni desvelo
en otra nación donde no importan los nombres
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